La Doctrina Monroe es una postura de la política exterior de los Estados Unidos que se opone al colonialismo europeo en el hemisferio occidental. Sostiene que cualquier intervención en los asuntos políticos en el continente de América por parte de potencias extranjeras de otros continentes es un acto potencialmente hostil contra los Estados Unidos.[1] La doctrina fue clave para la estrategia estadounidense en el siglo XX.[2]
El presidente estadounidense James Monroe articuló por primera vez la doctrina el 2 de diciembre de 1823, durante su séptimo discurso anual sobre el Estado de la Unión ante el Congreso de los Estados Unidos (aunque no llevaría su nombre hasta 1850).[3] En ese momento, casi todas las colonias españolas en América habían logrado o estaban cerca de la independencia. Monroe afirmó que el Nuevo Mundo y el Viejo Mundo seguirían siendo esferas de influencia claramente separadas,[4] y, por lo tanto, los esfuerzos adicionales de las potencias europeas para controlar o influir en los estados soberanos de la región se considerarían una amenaza para la seguridad de los Estados Unidos.[5][6] A su vez, EE. UU. reconocería y no interferiría con las colonias europeas existentes ni se entrometería en los asuntos internos de los países europeos.
Como Estados Unidos carecía de una armada naval y un ejército terrestre potentes en el momento de la proclamación de la doctrina, las potencias coloniales la ignoraron en gran medida. Si bien el Imperio británico la aplicó con éxito en parte, y la utilizó como una oportunidad para hacer cumplir su propia política de Pax Britannica, la doctrina se quebró varias veces a lo largo del siglo XIX, en particular con la segunda intervención francesa en México. Sin embargo, a principios del siglo XX, los propios Estados Unidos pudieron aplicar con éxito la doctrina, y se la consideró un momento decisivo en la política exterior de los Estados Unidos y uno de sus principios más antiguos. La intención y el efecto de la doctrina persistieron durante más de un siglo después de eso, con solo pequeñas variaciones, y serían invocados por muchos estadistas estadounidenses y varios presidentes estadounidenses, incluidos Ulysses S. Grant, Theodore Roosevelt, John F. Kennedy y Ronald Reagan.
Después de 1898, la Doctrina Monroe fue reinterpretada por abogados e intelectuales como una forma de promover el multilateralismo y la no intervención. En 1933, bajo la presidencia de Franklin D. Roosevelt, Estados Unidos ratificó esta nueva interpretación, concretamente mediante la fundación de la Organización de los Estados Americanos.[7] En el siglo XXI, la doctrina sigue siendo denunciada, restablecida o reinterpretada de diversas formas.